Por: Gusel Ortiz Cano
Cuando llueve en La Habana la gente prefiere quedarse en casa. Y por supuesto, la mayoría de los centros nocturnos al aire libre no abren sus puertas si el cielo amenaza con soltar un buen chaparrón. Los lunes casi siempre son días difíciles, hay que romper la inercia de la calma que deja el fin de semana y retomar todas esas tareas que quedaron pendientes. Y un lunes con lluvia hace que no pocos, creyentes y no creyentes, dejen escapar una que otra maldición a los santos.
Pero este lunes fue un día diferente, porque desde el domingo 22 de noviembre, invadió La Habana el Encuentro Mundial de Bailadores y Academias de Baile de Casino y de Salsa Baila en Cuba, y se respira aire de fiesta, de ambiente musical, de momentos para ser vividos con toda intensidad y con todo el cuerpo.
En el día de la fiesta inaugural, ritmos emblemáticos de la música cubana, como el son, la rumba y el mambo, se fusionaron en un espectáculo que bajo la dirección artística de Santiago Alfonso, mostró a través de la música y las coreografías, las tradiciones y cultura cubanas.
El cierre de la noche estuvo a cargo de la Orquesta de Juan Formell y los Van Van, quienes se encargaron de hacer bailar a todos los visitantes y dejar demostrado el porqué son conocidos como el Tren del a Música Cubana.
Por esa razón, desde el domingo 22 de noviembre, el Salón Rosado de la Tropical, centro cultural de Artex, ubicado en el corazón de Buena Vista, abre sus puertas cada noche, hasta el viernes 27, a los participantes de la Décima Edición de este multitudinario evento, organizado por Paradiso, agencia de turismo cultural también de Artex y que este año contó con el patrocinio de empresas cubanas como Bucanero S.A., la Corporación Cuba Ron , la empresa de alimentos y bebidas La Estancia S.A. y la Revista Arte por Excelencias, del holding español Excelencias.
El lunes 23 Adalberto Álvarez y su Son salieron al escenario y la emblemática pista empezó a entrar en calor. Eran tantas las ganas de bailar del público que no importaron las barreras idiomáticas: europeos, latinos, asiáticos, caribeños, africanos… todos hablaban el lenguaje del baile y se retaban unos a otros con figuras complicadas, adornos y estilos diversos.
Luego vino una pausa que sirvió para retomar el aliento, beber un trago y regresar a la pista, esta vez con los Charangueros de David Calzado. Sonaron los temas más recientes, pero también aquellos que hicieron historia en los primeros años de la orquesta. Y cuando el líder de la Charanga Habanera recordó el “¡mójame, mátame, pa’ que se entere La Habana, agua mala!” pareció como si el vapor del baile saliera disparado hacia el cielo y rompió a llover de verdad.
Pero la Charanga Habanera seguía sonando y la pista ya estaba al rojo vivo, así que a nadie le importó un poco de lluvia, que por momentos dejaba de ser solo un poco, para convertirse en un auténtico aguacero cubano.
Calzado preguntaba: ¿Ustedes van a seguir bailando con esta agua? Y el público gritaba: ¡Sí! Y entonces seguía. Hasta que la orquesta se detuvo y la música siguió en el cuerpo de todos los presentes. El reloj avisó que ya se estaba viviendo la primera hora de otro día, pero el público no quería abandonar El Salón Rosado de La Tropical, porque cuando se Baila en Cuba, nadie quiere dormir.