La palabra descubrir, derivada del latín discooperire, posee dos acepciones esenciales: «Manifestar, hacer patente», y «Hallar lo que estaba ignorado o escondido». Para lo que escribo me resulta apropiado que los lectores lleven su atención de una a otra, a fin de atrapar en la idea que sostiene, desde hace más de veinte años, la Fiesta de la Cultura Iberoamericana, una ventana al mundo desde la provincia Holguín, pero una ventana hecha con la madera de la historia y la cultura que cada uno de nuestros pueblos aporta a este otro encuentro.
Mantener un evento de este tipo solo es posible si a los convocados les interesa pensar el hallazgo y multiplicarlo. No existe otro modo. Y no cabe duda de que el interés va en aumento, ya que en la Fiesta participan varios países de la región y habitantes de alejadas urbes, increíblemente fascinados por lo que encontró el Almirante en 1492 al pisar las arenas de Bariay y comentar la belleza de esta tierra nuestra.
Un puente que tendemos para volver a descubrir de qué estamos hechos, qué nos conmueve, cuál sonido, imagen, movimiento, reflexión logra hacernos pensar en lo humano, en la humanidad toda.
La Fiesta de la Cultura Iberoamericana es el escenario propicio para debatir o acordar los temas más urgentes de la actualidad, y para ello posee diversos espacios: Iberoarte, Congreso Iberoamericano de Pensamiento —entrega un premio que lleva el nombre del insigne arqueólogo José Manuel Guarch Delmonte—, Salón Iberoamericano de las Artes Plásticas, Coloquio Iberoamericano de Letras, fiestas campesinas, fiesta del rock, brigadas de solidaridad, entre muchos otros.
Para la cultura, en la cual y por supuesto queda asumida la historia, tan esencial es conocer como reconocer. Recuerdo aquellas palabras de José Martí: «Interrumpida por la conquista la obra natural y majestuosa de la civilización americana, se creó con el advenimiento de los europeos un pueblo extraño, no español, porque la savia nueva rechaza el cuerpo viejo; no indígena, porque se ha sufrido la injerencia de una civilización devastadora, dos palabras que, siendo un antagonismo, constituyen un proceso». Y es ese el punto de partida para entender esta Fiesta Iberoamericana, en la que cada participante pone y pondrá su grano de arena en pos del nuevo descubrir que demanda el siglo XXI.
Holguín, una provincia del universo situada en la zona nororiental de Cuba, le propone un encuentro en el que toman forma los más diversos componentes culturales, para trascender en la experiencia vital del reconocimiento.