CHARRIS regresa a Santander, siete después de que realizara su última exposición individual “Rabinos, cannolis y puertos” (2008), en el Palacete del Embarcadero de la Autoridad Portuaria y vuelve a la galería Siboney, con la que ha trabajado desde sus comienzos y en la que realiza algunas de sus primeras exposiciones individuales (CHA CHA CHARRIS, 1993) y posteriormente (La Clave Azul, 1996).
La exposición Los Mares del Tiki, se presenta en Barcelona (Galería Trama) y Santander, y está pintada en su totalidad en el presente año. Se trata de 15 pinturas sobre tela y una suerte de expositor con unas imaginarias postales de sus viajes, en las que el artista retoma una de sus constantes, y es que su obra siempre ha estado vinculada a la idea del viaje. Ya sea en sus ciclos sobre territorios lejanos –África, Laponia y el blanco, la América de Hopper o la Bélgica de Spilliaert– como en las visiones de su cotidianeidad (a las que transmutó en una imaginaria República de Cartagena), su mirada es la del viajero que avanza por la historia y por el presente con el ánimo dispuesto a la sorpresa y el asombro, uniendo puntos a veces imposibles, sampleando imágenes y conceptos hasta entonar una canción extraña y al mismo tiempo familiar.
A través de una figuración de línea clara, heredera de multitud de referencias pictóricas, el pintor le da forma a imágenes concebidas como un collage de fuentes y contenidos a veces contrapuestos, en los que lo narrativo aparece a veces de forma sutil y otras de manera mucho más explícita.
Su nueva serie –Los mares del Tiki– lo ha llevado ahora a las islas y playas soleadas del Pacífico –Hawai, la Polinesia francesa, Nueva Zelanda– pero también a esa otra imagen tras el espejo del Paraíso que fue la cultura tiki, que desde América se extendió tras la segunda guerra mundial por todo Occidente, desperdigándose en forma de bares tropicales y moteles de remota inspiración isleña, que, mezclado con el movimiento moderno (y oponiéndosele otras) sirvió un cóctel de primitivismo, kitsch, optimismo y erótica, a un mundo devastado por el lado oscuro.
En el imaginario occidental los mares del sur están unidos a la idea del Edén, una nueva Arcadia, un lugar donde sus habitantes viven una vida sencilla en comunión con la naturaleza. Desde Melville a Stevenson, de Jack London a Gauguin, del Tabú de Murnau al musical Al sur del Pacífico o las películas de Elvis Presley, aquellas islas lejanas han ido creando un objeto de deseo en torno a la fuga de la civilización y de las complicaciones de la vida moderna. Un espejismo de ocio, sensualidad y relajo, que tiene su versión más doméstica en la idea de la playa, y que ha sido abundantemente explotada por la industria del turismo de masas.
En esta exposición conviven lo puramente real con lo aportado por la iconografía de lo paradisiaco, lo auténtico con lo falso, lo exótico y lo cotidiano, en imágenes que siguen presentando esa multiplicidad de capas y significados marca de la casa, donde se cuelan la actualidad, la reflexión y la ironía, tamizado todo por la luz y el espíritu de la Pintura.
Las obras formarán parte del libro –“Los mares del Tiki”– actualmente en preparación, con textos de Sema D’Acosta, Eloy Fernández Porta, Juan Manuel Bonet y el propio autor.
RESUMEN BIOGRÁFICO:
Ángel Mateo Charris (Cartagena, 1962), formado en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, donde se especializa en Pintura, se interesa desde sus años formativos por diferentes aproximaciones al hecho artístico, desde las más tradicionales (pintura de paisaje o retrato) a otras más novedosas (videoarte, fotografía). Próximo al cómic –Disney o Hergé aparecen entre sus influencias más inmediatas– incorpora inicialmente las maneras plásticas del Pop, aunque desde muy pronto adopta un talante abierto y receptivo ante la diversidad de fuentes y opciones estilísticas que le ofrece la historia del arte. Al finalizar la carrera, comienza a realizar trabajos de diseño gráfico, cuyos métodos compositivos influirán de manera determinante en su obra.
En 1988, con ocasión de su primera estancia neoyorquina, se adentra en la pintura americana, especialmente en la obra de Edward Hopper y la tradición decimonónica de los representantes de la Hudson River School.
En 1991, viaja nuevamente a Nueva York, a cuyo regreso da comienzo a un prolongado ciclo creador en el que adquiere progresiva importancia el componente literario. De esta manera, a través de los textos que redacta para los catálogos de sus exposiciones y un trabajo ordenado a partir de extensas series pictóricas, construye una suerte de mundos paralelos –Charrilandia, República de Cartagena– que se articulan mediante metáforas de viaje –exposiciones como Cha Cha Charris, 1993 o Mácula Tours (1994) o Xirimiri Express (1997)–, aventura –300 Exploradores (1996); La fiebre del óleo (1996), Cape Cod/Cabo de Palos. Tras las huellas de Hopper, libro editado en 1997 junto a Gonzalo Sicre, resultado de su tercera estancia en Estados Unidos– y un calculado exotismo –desiertos, paisajes helados–, que no dejan de constituir grandes escenarios críticos, en los que ubica una suerte diversa de iconos, a través de los que, de manera indistinta, homenajea o cuestiona los derroteros del arte del siglo XX.
En estos años es incluido en exposiciones colectivas comisariadas por Dis Berlin (El retorno del hijo pródigo) y Juan Manuel Bonet (Muelle de Levante, 1994) junto a un grupo de pintores que aportaban a la escena artística una nueva figuración de corte metafísico.
A finales de la década de los 90, y coincidiendo con una gran muestra que le dedica el IVAM valenciano, introduce en sus obras una línea de reflexión más personal, con el tiempo y la soledad del individuo como telón de fondo de sus figuraciones.
En 2002 pinta la cúpula del rehabilitado edificio del Antiguo Hospital Militar de Cartagena, sede de la nueva Universidad Politécnica de Cartagena. En 2007, su exposición Welcome To The House Of Painting incluye un particular montaje escenográfico, recurso que se repetirá en años posteriores en otras exposiciones como las de La Conservera o el CAB de Burgos… Una vez más, el tema de esta exposición es el mundo del arte y el acto creativo. Años después dedicará otra muestra al británico Premio Turner (Who’s Afraid of The Turner Prize?, 2010)
En 2008 aborda el proyecto de ilustrar El corazón de las tinieblas (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores) que le permite crear un ciclo de obras que reúnen dos de sus pasiones, Conrad (la literatura) y África (el viaje). En 2013 repetirá, en la misma editorial y con Charles Dickens como protagonista, un proyecto de este tipo sobre Grandes Esperanzas, con el mundo victoriano como fondo.
Sus obras están en colecciones como las de Museo Nacional de Arte Reina Sofía, IVAM, Artium, Centro Atlántico de Arte Moderno, Patio Herreriano, Museo Checo de Bellas Artes, Unión Fenosa, Coca Cola, la Caixa, Banco de Sabadell, etc.
Inauguración: Sábado 14 de noviembre, a las 8 de la tarde.
Puede visitarse hasta el 16 de diciembre de 2015.