EL ESPECTÁCULO
No es posible hablar de Tropicana sin mencionar sus espectáculos. Como tampoco se puede pensar en sus shows sin recordar a Rodney y sus fabulosos «music hall». Lo cierto es que, desde sus inicios, Tropicana fue tema obligado por producciones artísticas que constituían gancho comercial para atraer clientes.
Cuando en 1939 el cabaret inicia sus actividades, los clásicos shows de aquel entonces eran sencillos: una figura central, algún que otro cuarteto o trío y parejas de bailes españoles y de rumba; esta última cerraba el espectáculo. Entre las principales figuras se destacaban Teresita de España —la esposa de Correa—, Rita Montaner y Bola de Nieve, acompañados por el percusionista Chano Pozo —que más tarde integraría la banda de Dizzie Guillespi— y otras destacadas figuras del momento, en un acertado balance artístico dirigido alternadamente por Sergio Orta o Julio Richards y la orquesta bajo la batuta de Alfredo Brito.
Correa gestiona los recursos y les propone el pasaje de regreso a Europa a cambio del estreno de una revista musical durante un tiempo determinado. Así nace Congo Pantera, que marca el inicio de la utilización de coros, modelos y especialistas de la música como Chano Pozo, con las composiciones del consagrado Gilberto Valdés y la dirección orquestal de Alfredo Brito, todos dentro del marco de un bellísimo follaje iluminado. Entre sus figuras se encontraban Bola, Rita y Carmita Ortíz —quien más tarde integraría una formidable pareja de baile con Julio Richards—, y los integrantes del ballet, con figuras de renombrado prestigio universal como Sergio Lifar y David Lichini, este último coreógrafo del filme Las zapatillas rojas.
Congo Pantera, estrenado con una fastuosa premier, resultó el acontecimiento artístico de aquella época y puede decirse sin temor que su calidad y excelente presentación constituyó el obligado comentario del mundo farandulero y del público en general. Su estreno marcó una pauta en los espectáculos cabareteros, y muy pronto Sans Souci estrenó Zun, zun, baba, é con la monumental voz de Celia Cruz y la coreografía de Roderico Neyra, a lo que ripostó Víctor de Correa como empresario de Los Chavales de España, orquesta española que marcó un hito en nuestras pistas, y Harry Mimo, excepcional artista de pantomimas.
Ya en este momento Martín es el dueño de Tropicana y decide contratar a Roderico Neyra (Rodney) a partir de 1952, con quinientos pesos semanales, aunque tuvo que seguir alternando un tiempo con Sans Souci, porque su sucesor, Carlyle, un destacado coreógrafo americano, no pudo cubrir su ausencia. Alberto Ardura será en lo adelante el responsable absoluto de los espectáculos, comenzando la etapa consagratoria de las famosas revistas musicales de Tropicana bajo la dirección de Rodney, el creador del famoso cuarteto Las Mulatas de Fuego.
Los espectáculos eran respaldados por la orquesta Tropicana, de renombrados músicos dirigidos por el experimentado Armando Romeu, cuyos arreglos musicales eran largamente ovacionados.
El 22 de diciembre de 1952 se inaugura Arcos de Cristal con la sensacional revista de ritmos afros Omelenko, donde se destacaban importantes figuras del patio como el cuarteto de Orlando de la Rosa y Luis Carbonell.
En el verano se estrena La viuda alegre, una versión humorística de la opereta homónima con la inigualable interpretación de Rosita Fornés acompañada del cuerpo de bailes y exclusivas modelos.
A partir de la reforma del casino, en el bar se presentaban momentos musicales donde se destacaron Orlando de la Rosa y su cuarteto, Felo Bergaza, el cuarteto de Meme Solìs y otros de mucho prestigio artístico.
En el año 1955 Rodney presenta Casa de té, con la actuación exclusiva de Pedro Vargas por sus veinticinco años de vida artística, y Cuba canta y baila, con el cantante cubano Miguelito Valdés —contratado especialmente desde Nueva York—, la cancionera Olga Guillot y Benny Moré, El Bárbaro del Ritmo.
A fin de incrementar su popularidad, Tropicana decide participar en los carnavales habaneros con una hermosa carroza que representaba los Arcos y sus monumentales modelos y coristas que danzaban al ritmo de la música de Romeu.
Tropicana contrató en Cubana de Aviación un Súper G Constellation y lo decoró en su interior con elementos y alegorías del cabaret, con un ancho pasillo que servía de pista de baile a la pareja de rumba de Ana Gloria y Rolando acompañados de un grupo de músicos que invitaban a los pasajeros a bailar rumba. El avión salía los jueves en la mañana hacia Miami y regresaba a las ocho de la noche con los turistas. En Tropicana cenaban y disfrutaban los dos espectáculos. Regresaban a Miami el día siguiente en la tarde. En 1956, en uno de esos viajes, vino a Cuba el famoso cantante norteamericano Nat King Cole para presentarse en la revista Evocación, cuyas figuras principales eran Celina y Reutilio, Ramón y Coralia, Elena y Omara y Xiomara Alfonso.
La presentación del King fue un extraordinario suceso artístico y marcó una época dentro de las maravillosas revistas de Rodney. Los quince días que estuvo Nat en Tropicana, como artista exclusivo, fueron de lleno completo y estruendosas ovaciones, incluidas las recibidas por el jazz session que sostuvo con Sarah Vaughan —quien se encontraba actuando en Sans Souci y fue invitada especialmente para ello— y algunos músicos de la orquesta de Romeu, entre los que se contaban Bebo Valdés, Barretico, Papín y otros que escapan a la memoria.
Vea:
La Verdadera historia de Tropicana
La verdadera historia de TROPICANA (II). CORREA, el empresario
La verdadera historia de Tropicana (III). Martín, el guajiro
La verdadera historia de Tropicana (V) El cabaret