Por: Manuel López Oliva
Aplaudida por una significativa mayoría de artistas y público, considerada inadecuada por otros que defienden la concepción que tradicionalmente ha venido predominando en el diseño de la Bienal (como núcleo de muestras principales y sucesos “colaterales” secundarios), vista también como “feria expositiva” o “enorme suma de muestras personales y colectivas dispuestas para mercado”, ZONA FRANCA ha sido un fehaciente hecho de peso, utilidad con algunos proyectos interactivos en esta XII fiesta nacional e internacional de la creación artística visual.
Al concluir, queda en el juicio profesional desprejuiciado del sector como la más enorme y abarcadora muestra de arte cubano que se ha realizado en el país; como un recurso de objetividad y justicia que sacó a la luz la diversidad de los estilos y lenguajes (de edades, tendencias y soportes numerosos) que hoy concurren en nuestro arte; como un modo de hacer que no se somete a los paradigmas curatoriales transnacionalizados canonizados en bienales y otros eventos de la búsqueda y renovación inherente a lo estético; e igualmente como un sitio que propició la comunicación de persona a persona entre buena parte de los hacedores criollos y los espectadores locales y foráneos que visitaron el Morro y la Cabaña.
Sin proponérselo, con ZONA FRANCA –secundada por AB&C y HB- ha nacido el ”brazo comercial” complementario de la Bienal, que habíamos pensado abrir alguna vez y fue bocetado cuando se concibieron las ideas germinales de la primera Bienal habanera, que estuvo acompañada por el Encuentro Internacional de Serígrafos, oportunidad de ejercicio práctico y amplia reflexión –mediante participantes internos y externos en la Bienal- inherente a los impresos múltiples y seriados del arte destinados a un consumidor mayoritario y un “abanico de ofertas” para sectores económicos medios y populares.
La concreción de Zona Franca responde, de hecho, al deseo de contar con una Feria o Festival de arte de otro tipo, con cierta autonomía respecto de los centros de poder del capital artístico mundial, que permita negocios ordenados y un intercambio más activo entre los intereses financieros de cubanos y no cubanos, a la par que ayude a proyectar a todas las firmas de calidad y autenticidad de nuestra producción imaginativa (y no sólo a un grupo de “elegidos”) hacia el diverso coleccionismo del orbe. Habrá que repensarla como ha de ser mejor y más efectiva, e igualmente definir si se realizará conectada en tiempo (o no ¿?) con ese laboratorio del arte-bienal, devenido ya poli-céntrico y más abierto.