Por Jorge Fernández Era
Y sí lo es, solo que no con la acepción metafórica del término: minutos antes de inaugurar una amplia exposición de su obra en la Sala Universal del Museo Nacional de Bellas Artes, el artista italiano Michelangelo Pistoletto echó a rodar una bola de papel reciclado de más de un metro de diámetro —también «metáfora de los encuentros de la vida y sus interacciones»— por el Parque Central, y con ella arrastró a decenas de transeúntes que caminaban al caer la tarde por esa céntrica zona de la urbe habanera.
Cualquiera diría que con el perfomance fue invitándolos a entrar al antiguo Centro Asturiano, pues los que pugnaban por no perderse el convite ya eran cientos, que fueron multiplicados por los cuadros-espejos de Pistoletto. Estos últimos, al decir del propio artista, «activan la relación entre el presente y la memoria».
En la inauguración de la muestra —que forma parte del proyecto que trae a Cuba a los también importantes artistas Anish Kapoor y Jannis Kounellis— se encontraban presentes el viceministro de Cultura Fernando Rojas; el embajador de Italia, excelentísimo señor Andrea Farrari; Rubén del Valle Lantarón, presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas; Jorge Fernández, director del Museo Nacional de Bellas Artes; y Lorenzo Fiaschi, quien representa en nuestro país a Galería Arte Continua.
Jorge Fernández destacó que esta exposición —que incluye algunos trabajos emblemáticos y la mencionada serie de cuadros-espejos producida especialmente para ser exhibida en Cuba— es una de las más grandes que haya realizado el artista italiano, y que con ella se ha roto el récord de participantes en una inauguración. «Pistoletto es un artista del objeto, del arte, pero también de los procesos, de lo social y de las utopías».
Michelangelo expresó que Cuba se ha convertido en su país de futuro, donde sus sueños se deben realizar. Sus espejos, acotó, ya no son el autorretrato del artista, sino del mundo. «En Cuba todos podemos hacer un gran trabajo: el trabajo de la transformación. El dibujo que yo hago de los tres círculos es el símbolo de la paz, de la vida, del equilibrio que permitirá un mundo diverso y mejor. Todos juntos debemos cambiarlo».