Por: Alain Valdés Sierra
Ya con 11 años de trabajo el proyecto sociocultural A Compás Flamenco muestra sólidos valores en el trabajo con niños y adolescentes que encuentran en las expresiones de la música y el baile españoles una guía para enrumbar sus pretensiones artísticas, a la vez que muestra las potencialidades de un compromiso con y para la comunidad.
Creado en 2005 gracias a la iniciativa de Karelia Cadavid Álvarez, A Compás… se desarrolla en el Consejo Popular Los Sitios, en el municipio de Centro Habana, una localidad de compleja situación social en la capital de la Isla, lo que según su fundadora y directora hace más loable la labor que llevan adelante.
Precisamente por estos días el proyecto realizó la gala de su oncena graduación, un espectáculo de elevado rigor técnico que puso a prueba las habilidades de las niñas que sobre la escena demostraron, más que talento, pasión por una expresión cultural que cada vez tiene mayor presencia en la vida cultural cubana.
En medio de la emoción de los padres por ver a sus pequeñas taconeando sobre las tablas Karelia confesó a Excelencias su emoción por ver lo que puede lograr un proyecto como A Compás Flamenco, al que ella llama su familia, porque “estamos unidas las 24 horas del día, esto no solo es cuestión del tiempo de ensayo”.
Imagina, dice, algunas comienzan con solo tres años y están con nosotros hasta la adolescencia, es mucho tiempo juntas, por eso es tan difícil separar el trabajo de lo afectivo.
Llevar una iniciativa de esta naturaleza en un lugar como Los Sitios ha sido un reto que Karelia y sus muchachas han superado solo con entrega y sacrificio, y asegura que precisamente es la relación con la comunidad su principal logro.
“Durante estos años hemos creado lazos afectivos muy fuertes con la comunidad, la relación con los padres es increíble porque ven con el cariño que son tratadas y cuánto les ha aportado el proyecto a sus niñas en la adquisición de habilidades para bailar flamenco y en otras facetas de la vida como por ejemplo la escuela. Todas son excelentes estudiantes bajo la máxima de que pertenecer a la compañía significa obtener buenos resultados académicos y tener una conducta social acorde con las de un artista, porque en eso las convertimos”.
El flamenco más que divertimento, hobby o baile, es una pasión, un sentido de vida, asegura, y en la medida que más las involucramos logramos hacer de ellas mejores personas y artistas, por eso tenemos tantas candidatas en cada convocatoria.
Vamos a andar se llama el espectáculo con el que 60 niñas pasan a un nuevo nivel y con el que el proyecto rinde un merecido homenaje a una de sus más perseverantes benefactoras: la bailaora española María Juncal, una mujer que año tras año ha profesado amor y dedicación al proyecto.
Poder contar con la Juncal entre nuestros principales asesores ha sido una especie de bendición, recuerda Karelia. “Durante una visita a Madrid vio lo que pueden hacer nuestras niñas y se enamoró del proyecto, desde entonces colabora con nosotros estrechamente. Ha venido varias veces a La Habana para impartir un interesante seminario llamado Flamenco por la vida, del que surgió la posibilidad de que nuestras profesoras pudieran mejorar sus habilidades técnicas y metodológicas en España”.
La mejor manera de mostrar nuestro respeto y agradecimiento es mediante el baile, por eso la compañía tiene montadas varias coreografías de la Juncal, como por ejemplo Zapateando y Dicen, dos piezas de complejo nivel técnico al que las niñas se enfrentan con respeto, disciplina y un desenvolvimiento que a veces es difícil de creer.
Somos un claustro pequeño, aclara, solo cuatro profesoras, tres de flamenco y una de ballet, pero lo importante es que todas vienen del proyecto, comenzaron de pequeñas y hoy son las que enseñan. “Eso nos ayuda mucho con el trabajo porque realmente conocen sus características, si bien no tenemos una matrícula numerosa porque somos muy selectivos en cuanto a las condiciones, si funcionamos de manera armónica, con un trabajo personalizado que muestra resultados más allá de la edad, tenemos muy buenas bailaoras de cuatro y cinco años”.
Las cifras hablan por sí solas, el pequeño local que tiene A Compás Flamenco, una vieja casona ubicada en la calle Maloja, entre Águila y Ángeles, ha visto pasar en una década a unas 500 niñas, de las que ya muchas son bailaoras profesionales, incluso algunas crean sus propias compañías, comenta Karelia orgullosa, “ese es mi sueño permanente, verlas triunfar en la vida, que lo aprendido aquí les ayude a labrarse el futuro, que sean mujeres preparadas y a la vez demuestren que en Cuba se baila buen flamenco”.