Alberto Lescay, en el año 1973, comienza sus estudios en la Academia Repin de Pintura, Escultura, Arquitectura y Gráfica en la antigua ciudad de Leningrado; entre los objetos personales se llevó una agenda roja, concedida para las memorias de un Encuentro Nacional de Escuelas de Arte, entregada por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).
El 28 de septiembre, en este cuaderno comienza a escribir a manera de diario sus experiencias como estudiante extranjero, termina sus anotaciones el 4 de noviembre de 1978. Transcurridos cuarenta años, está conservada en su casa estudio de la Avenida Manduley, en Santiago de Cuba.
Cuando comencé a leer por primera vez, parecía imposible, estaban borrosos por el tiempo los apuntes, los que empezaban en español y se iban trasformando en la medida que se relacionaba con el idioma ruso, en una caligrafía muy pequeña y apenas legible. Él mismo se sorprende en el porqué de aquella nimiedad, más que coherentes ideas parecen trazos de dibujos en miniaturas que los hacen más interesantes.
Sentía en sus rasgos que un poco de turbación ante lo desconocido habitaba en el aliento del artista, quien trataba de desafiar la acometida y me propuse una forma de traducción, intentar decodificar un sistema de símbolos de profundos significados. Sería imperdonable, empeñada en realizar un estudio sobre la formación artística y profesional de Alberto Lescay quedarme en la contemplación.
No voy a detallar los diversos recursos, que en este caso no son de estilo, a los que acudí para transcribir esta Agenda de notas. Sí, porque realmente no es un diario, los primeros dos años, es decir cuatro semestres, están relatados de manera consecuente; luego hay saltos que tienen que ver con su misma práctica, pero están recogidos de algún modo los seis años de estudio en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Nos encontraremos bocetos e ideas de proyectos escultóricos asombrosos para la época y la circunstancia, un poco idílicos, que nos van trasladando a la verdad de Alberto Lescay, quien es un hombre monumental como sus esculturas. Cuando lean estas historias, no van a tener dudas: Estamos frente a un gran artista, intrépido, sensible y para nada estático.
Gracias a estas anotaciones, donde describe los principales acontecimientos de la etapa, accedemos a una información que permite valorar las profundidades analíticas y éticas en que se debatió el artista. Eran años de esplendor aparente del Socialismo en Europa del Este, paradigma de la joven Revolución Cubana.
Aquí están sus miedos y angustias, una constante preocupación, un reto de su espíritu de creación y experimentación frente a programas de estudios de una rigurosa Academia, donde la enseñanza realista era la máxima expresión. Su forma de reflexionar ante culturas diferentes, ante su tiempo, que no exagero para nada cuando digo que se adelanta a él, su humanismo e ideología, amor a su patria y seres queridos.
La influencia ejercida por el medio al cual se adaptaba he iba formando parte de él, una verdadera odisea. Sus propias contradicciones en una constante evolución estética y hasta existencial. El pensamiento de un legítimo artista, su calificación resultó OTRNYHO (Excelente), la más alta obtenida por un estudiante extranjero en su graduación como Maestro en Arte, (1973-1979). Lescay, como Aquiles cuando abandonó su cólera ante la muerte de un amigo, ganó la batalla de la creación al descubrir en el arte la mayor de las verdades.
Lo que hoy entregamos al lector, forma parte del texto inédito, "Las luces: Lescay", que recoge una década de quehacer investigativo de quien suscribe, sobre la vida y obra de este autor; considerado en el complejo mundo de la teoría y la crítica del arte un exponente de nuestra razón plástica. En los últimos cuarenta años, su creación discursa auténticamente dentro de la vanguardia de la plástica cubana, manifiesto estético que establece un discurso donde lo formal y conceptual concierta con genuinos valores de nuestra identidad cultural. Lescay permite a través de su producción artística, situar la mirada en defensa de la soberanía nacional.
Dirigido esencialmente a los jóvenes artistas cubanos, los que con talento y entrega siguen defendiendo a través de su producción artística lo más auténtico de la cultura nacional, sirva esta Agenda de notas savia y viento para su porvenir.