Por Jorge Fernández Era
A pesar del cansancio por el viaje desde La Habana, ningún participante del Festival Internacional de Cine de Gibara se perdió los platos fuertes de la jornada inaugural del evento presidido por Jorge Perugorría, dirigido por Rafael Rosales y cubierto periodísticamente por un equipo de la revista Arte por Excelencias.
Muy cerca del mediodía un numeroso público acudió al cine Jiba, principal sede de la cita, para participar en la cancelación de dos emisiones postales que rinden tributo a Gibara y al Festival fundado por Humberto Solás. Perugorría estuvo acompañado para ello por dos Lucías de la emblemática cinta de 1968: Adela Legrá y Eslinda Núñez. Se encontraban presentes también el presidente del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), Roberto Smith, dirigentes del Gobierno de Gibara, y algunas personalidades que han prestigiado con su talento al séptimo arte de la mayor de las Antillas, como el director Manuel Herrera y los actores Mario Limonta, Mirtha Ibarra —viuda de Tomás Gutiérrez Alea— y Vladimir Cruz.
Minutos después se incorporaron a la velada el actor español Imanol Arias y el Premio Nacional de Literatura Reinaldo González para entre todos rendir tributo a la obra de Humberto Solás y a su realización cimera: Lucía, el largometraje que repasa, a través de la vida de tres mujeres, igual número de épocas históricas de la nación cubana.
Reinaldo, quien abordó en su intervención detalles sobre el difícil proyecto emprendido por Solás de llevar a la gran pantalla una de las obras cumbres de la literatura cubana: Cecilia, declaró a los presentes: «He podido ser testigo y partícipe de la historia del cine cubano, y dentro de esta la de Humberto Solás, un gran amigo en los momentos buenos, regulares y malos. Me tocó en suerte compartir los anhelos de Humberto. Puedo cerrar los ojos y vernos con veinticinco años, él metido de lleno, viviendo el cine en sus mejores momentos, cuando algunos comenzábamos a creer en él, porque todo en él y en nosotros era esperanza».
Adela Legrá fue lacónica, tanto como en sus memorables escenas para el cine: «¿Qué más puedo yo decir de Humberto? Humberto empezó conmigo… y terminó conmigo. Qué más orgullo que ese». Y otra Lucía, Eslinda, la secundó: «Estoy muy emocionada de venir una vez más a Gibara, la Gibara que nos enseñó a amar Humberto, la Gibara que nos abrió las puertas, que nos tendió las manos, que nos ha dado tantos momentos importantes dentro del cine cubano».
Imanol Arias se echó en el bolsillo al auditorio: «Vengo con mucho retardo a esta ciudad, tenía que haber estado aquí hace tiempo. El tiempo es relativo: pasa lento para el que debe algo, muy rápido para el que tiene miedo, largo para el que tiene vergüenza, y muy corto para el que es feliz. Por tanto: este tiempo largo de no haber venido se me ha hecho muy corto porque hoy soy muy feliz».
El homenaje al también director de los filmes Un hombre de éxito, El siglo de las luces y Miel para Oshún incluyó una misa del párroco Pablo Emilio Presilla Romero en la iglesia San Fulgencio de Gibara en honor suyo y de su hermana Elia, asesora del proyecto Cine Pobre, fallecida recientemente.
Todo quedó listo para la noche de apertura. Tras el desfile y la inauguración oficial, fueron entregados los Premios Honoríficos Lucía a Adela Legrá, Eslinda Núñez y la familia Solás, y se exhibieron los documentales Eslinda Núñez, Premio Nacional de Cine, y Manuela, el rostro rebelde del cine cubano, de Manuel Jorge Pérez. Luego nos fuimos a oír a Pablito Milanés, ese artista que con sus 73 años sigue conmoviendo a generaciones de cubanos. Y de su voz, durante cincuenta minutos, disfrutamos de clásicos como Proposiciones, De qué callada manera, Algo más que soñar, El breve espacio en que no estás y —que me perdone Yolanda— la que quizás sea la más hermosa canción de amor escrita en nuestro idioma: Para vivir.
Después de un día así, uno no tiene más opción que acostarse haciendo suyas las palabras de Jorge Perugorría al dejar oficialmente inaugurado el evento: «Al igual que Humberto Solás, creo en el poder transformador del arte».
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